Cálculos Renales

¿Qué es y cómo se trata?

La orina contiene ciertos elementos químicos que pueden formar cristales. Si éstos son muy pequeños pueden desplazarse a través de las vías urinarias y ser despedidos del organismo sin que la persona lo note. Sin embargo, cuando los elementos químicos de la orina se concentran al punto tal que forman cristales sólidos, entonces se convierten en cálculos renales.

Normalmente comienzan de una manera similar a un pequeño cristal, pero gradualmente se acumulan hasta formar una masa sólida más grande. Los cálculos renales se pueden adherir a la pared interna del riñón y alojarse en una zona donde la orina no puede transportarlos hasta despedirlos del organismo. Los cálculos más grandes se alojan en las vías urinarias, provocando dolor, obstrucción e infecciones.

¿Cuáles son las causas?

Algunas personas son más propensas a desarrollarlos.

Diversos factores aumentan la probabilidad de que esto pase: son más habituales en la edad adulta, dos veces más frecuentes en hombres que en mujeres y en personas que están inmovilizadas o que pierden una cantidad excesiva de líquido mediante el sudor. Además, son más usuales en climas cálidos o durante el verano. Otro factor de incidencia es tener antecedentes familiares.

¿Cuáles son los síntomas?

Los más comunes son la presencia de sangre o dolor al orinar, tener ganas de orinar a menudo o no poder hacerlo (cuando un cálculo obstruye las vías urinarias), náuseas y vómitos. Cuando aparece orina turbia con olor muy fuerte, fiebre, escalofríos o debilidad, estos síntomas pueden ser indicios de una infección grave. También hay cálculos renales llamados «silenciosos», porque no generan síntomas.

¿Cómo se realiza el diagnóstico?

El médico efectúa una serie de preguntas a los pacientes: qué tipo de alimentación tiene, si toma medicamentos y cuáles, cuál es su estilo de vida y  los antecedentes médicos familiares. Además, hay varios exámenes para detectar cálculos renales, incluyendo la radiografía abdominal, el ultrasonido, la pielografía intravenosa y la tomografía computarizada.

  • Radiografías: es posible que se inyecte un medio de contraste antes de realizarla, para obtener una imagen más nítida del tamaño y la ubicación del cálculo renal.
  • Análisis de orina: este examen detecta cálculos renales muy pequeños. Se cuela la orina, y los cálculos que se encuentran se analizan, para determinar su composición química.

¿En que consiste el tratamiento? 

La mayoría de los pacientes con cálculos renales están aptos para someterse a un tratamiento por ondas de choque. Factores como tamaño, ubicación y cantidad de los cálculos, altura, peso, embarazo y problemas cardíacos del paciente  pueden indicar la necesidad de realizar un tratamiento diferente usando láser o ultrasonido.

Alimentos a evitar

Hay alimentos que pueden aumentar el ácido úrico de la orina, lo que a su vez también puede incrementar la formación de cálculos renales, por eso se recomienda evitarlos si se tienen antecedentes. Estos son: chocolate; ciertas verduras como espinaca, repollo, remolacha y nabo;  frutos del bosque; maní; espárragos; té; anchoas; caviar; arenque; vieras; mejillones; hígado; riñones; seso, y extractos de carne (caldo, sopa, consomé, salsas).

Prevención 

Lo que cada persona come y bebe puede ayudar a evitar la formación de nuevos cálculos. Por eso se recomienda:
  • Beber una gran cantidad de líquido, lo que contribuye a «diluir» la orina y reduce enormemente las posibilidades de formar cálculos renales. Como mínimo se recomienda tomar 2 litros por día: la mitad debe ser agua pura y resto puede ser jugo, leche, café o bebidas saborizadas. Respecto al alcohol, se aconseja beberlo con moderación o eliminarlo de la dieta. También, es importante tomar una taza de líquido antes de acostarse a la noche.
  • Reducir el consumo de sal, tanto al cocinar como en la ingesta de alimentos muy salados.
  • Ingerir alimentos bajos en grasas y con alto contenido de fibras (panes de granos enteros, cereales y pastas, además de frutas y las verduras permitidas (ver abajo).
  • No freír los alimentos. Sí hornearlos, asarlos, tostarlos, hervirlos o cocinarlos al vapor. Reducir la cantidad de manteca, margarina, aceite, crema y aderezos para ensaladas.
En el pasado se sugería evitar el consumo de lácteos para prevenir la formación de cálculos renales. Hoy, los estudios muestran que comer una cantidad moderada de alimentos con alto contenido de calcio (al menos dos porciones por día) puede reducir las posibilidades de formar cálculos.